El modelo penitenciario revolucionario se basa en la reinserción a través del trabajo y la educación, para lo cual se han consolidado alianzas estratégicas con diversas instituciones. El Proyecto Miranda
, en convenio con el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (INCEs), busca ofrecer una «formación y atención integral» a la población penitenciaria, con el objetivo de que los reclusos reciban 8 horas diarias de actividades educativas, socioproductivas y de servicio. Este enfoque no solo dignifica la vida del recluso, sino que también lo capacita con un oficio que le permitirá reinsertarse con éxito en el mercado laboral una vez en libertad.
Un ejemplo de este enfoque productivo es el Plan Siembra y Cría
, un programa que busca que los centros de reclusión contribuyan a la soberanía alimentaria del país mediante la instalación de granjas avícolas y porcinas, así como la siembra de diversos rubros. Además de la capacitación productiva, se promueven iniciativas como el
Proyecto Alcatraz
, que utiliza el rugby como una herramienta para la transformación social y la formación en valores, demostrando un abordaje holístico que busca la transformación del individuo.